- Creo que usted sabe mucho de perfumes.
- Sí, casi tanto como usted de mujeres. Con una mirada, muy discreta, me examinó de arriba a abajo, y creo que no le pareció nada mal lo que veía. ¿Me equivoco?
- O usted es muy sabia o mi mirada está perdiendo la discreción. Tal vez porque no esperaba encontrarme con alguien que despertara en mi un inequívoco sentimiento de la lujuria.
- Usted también es una presa que una mujer sin prejuicios estaría muy dispuesta a consquistar. A mi me quedan unos cuantos prejuicios. Este momento no debe pasar de ser un intercambio muy agradable de elogios eróticos. Puro coqueteo entre dos personas con mucha experiencia.
- Experiencia no implica conocimiento. Yo no sé nada de mujeres.
- Y eso es una mentira elegante. Un caballero no habla de ciertas cosas.
- Las pocas mujeres que conocí en mi vida: Las admiré, las observé, traté de descifrarlas. Nunca dejaron de ser un misterio. Nunca dejaron de sorprenderme. Creo que lo único importante es disfrutar de su presencia, y no me di cuenta enseguida pero, un tiempito después aprendí a escucharlas, a valorar los silencios, las miradas. Esos momentos en los que parece que no pasa nada, y pasa un mundo. Aprendí a respetar su intuición, su inteligencia, y aprendí a amarlas.
- Le quiero advertir que el nivel de mi defensa se está bajando peligrosamente. No se pueden decir esas cosas así. Como si nada.
- Llevo 40 años casado con la misma mujer y le soy fiel.
- No soy chismosa, no es necesario que me mienta.
- No le estoy mintiendo. Nunca me obligué a serle fiel a mi mujer. No es una normal o un pacto a respetar. Con Lili, con mi mujer, siempre dijimos que si alguien se cruza con uno de los dos, mala suerte, pero sin mentiras. Estamos juntos porque queremos, nadie nos obliga, nos obliga a ser leales. Ninguna de las mujeres que conocí después de Lili, le puede ganar. Las miro, las puedo admirar, me puede asombrar encontrarme con alguien como Tutti Tudela. Yo estoy abierto a lo que sea, a lo que pueda pasar. Pero no hay caso. Lili gana. Lili gana siempre.
- Tengo la sensación de que cuando habla de mujeres, está hablando de una sola mujer.
- Puede ser, sí.
- Me gustaría mucho conocer a su mujer. Quiero dejar de ser discreta por una sola vez y contarle todo lo que usted me dijo. ¿Ella lo sabe?
- No, nunca se lo dije, pero Lili... Nunca se le escapa nada.
- Sí, casi tanto como usted de mujeres. Con una mirada, muy discreta, me examinó de arriba a abajo, y creo que no le pareció nada mal lo que veía. ¿Me equivoco?
- O usted es muy sabia o mi mirada está perdiendo la discreción. Tal vez porque no esperaba encontrarme con alguien que despertara en mi un inequívoco sentimiento de la lujuria.
- Usted también es una presa que una mujer sin prejuicios estaría muy dispuesta a consquistar. A mi me quedan unos cuantos prejuicios. Este momento no debe pasar de ser un intercambio muy agradable de elogios eróticos. Puro coqueteo entre dos personas con mucha experiencia.
- Experiencia no implica conocimiento. Yo no sé nada de mujeres.
- Y eso es una mentira elegante. Un caballero no habla de ciertas cosas.
- Las pocas mujeres que conocí en mi vida: Las admiré, las observé, traté de descifrarlas. Nunca dejaron de ser un misterio. Nunca dejaron de sorprenderme. Creo que lo único importante es disfrutar de su presencia, y no me di cuenta enseguida pero, un tiempito después aprendí a escucharlas, a valorar los silencios, las miradas. Esos momentos en los que parece que no pasa nada, y pasa un mundo. Aprendí a respetar su intuición, su inteligencia, y aprendí a amarlas.
- Le quiero advertir que el nivel de mi defensa se está bajando peligrosamente. No se pueden decir esas cosas así. Como si nada.
- Llevo 40 años casado con la misma mujer y le soy fiel.
- No soy chismosa, no es necesario que me mienta.
- No le estoy mintiendo. Nunca me obligué a serle fiel a mi mujer. No es una normal o un pacto a respetar. Con Lili, con mi mujer, siempre dijimos que si alguien se cruza con uno de los dos, mala suerte, pero sin mentiras. Estamos juntos porque queremos, nadie nos obliga, nos obliga a ser leales. Ninguna de las mujeres que conocí después de Lili, le puede ganar. Las miro, las puedo admirar, me puede asombrar encontrarme con alguien como Tutti Tudela. Yo estoy abierto a lo que sea, a lo que pueda pasar. Pero no hay caso. Lili gana. Lili gana siempre.
- Tengo la sensación de que cuando habla de mujeres, está hablando de una sola mujer.
- Puede ser, sí.
- Me gustaría mucho conocer a su mujer. Quiero dejar de ser discreta por una sola vez y contarle todo lo que usted me dijo. ¿Ella lo sabe?
- No, nunca se lo dije, pero Lili... Nunca se le escapa nada.
- Dígaselo.
- No sé si puedo. Por ahí se lo escribo.
- Eso también estaría bien. Pero hágalo pronto. Esa mujer no se merece que la hagan esperar tanto.
- Eso también estaría bien. Pero hágalo pronto. Esa mujer no se merece que la hagan esperar tanto.
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